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13,78 €Merced a los descubrimientos geográficos, el mapa del mundo alcanza en este perÃodo una notable rotundidad que obliga a los historiadores a relacionar la historia de Europa con los demás continentes. Sin embargo, en lo que a Europa se refiere, éste es un perÃodo de "historia sin cambio", aun cuando desde las costas atlánticas hasta los Urales menudeen las tensiones, resueltas precariamente con tratados de paz. La parte central del continente alcanzó una cierta estabilidad; los pueblos asentados en Occidente lucharon por el imperio comercial en ultramar, mientras en el Este se encendieron las luchas que alentarÃan tal vez la expectativa de cambios más radicales. La vida diaria, vivida a distinto nivel en los palacios y en las cabañas, apenas registraba variaciones: más comodidades para las minorÃas prósperas; constante indefensión para quienes tenÃan que ganarse el sustento valiéndose de unos métodos prácticamente inalterados; ante la enfermedad -años de pestes-, sólo unas viejas recetas perfectamente inútiles. Al final del perÃodo, en los bordes de 1688, comienzan a dibujarse los perfiles de una nueva crisis: los cambios, contemplados con una óptica meramente local por los protagonistas, y que se sucedÃan en áreas muy dispersas, se influÃan mutuamente: los resultados se dejarÃan notar en el futuro.