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14,25 €El usurero, tan odiado como imprescindible, está asociado con uno de los pecados capitales: la codicia. Es un escándalo, pues aun durmiendo, su dinero le hace más rico. Asà lo enseñan los exempla medievales, esas anécdotas edificantes para uso de los predicadores. En la Edad Media cristiana, el usurero se manifiesta como un ladrón de tiempo. ¿Acaso no roba a Dios, en la medida en que el tiempo es un don divino y gratuito, y también a los cristianos, ya que prestar a inte-rés está vedado en una comunidad fraternal? Por esa doble razón el usurero está irremediablemente condenado al infierno. Pero ¿quién dirÃa que esta figura da lugar a un espacio nuevo de ultra-tumba? En vÃsperas del auge de los grandes movimientos económicos del capitalismo moderno, la teologÃa medieval salva al usurero del infierno. Inventa para él una morada algo menos funesta: el purgatorio. Asà alcanza su doble objetivo: conservar la bolsa sin perder la vida eterna.Es uno de los mayores especialistas vivientes en la Edad Media occidental. Autor de numerosas obras sobre la cultura medieval, es director de estudios de la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, codirector de la célebre revista Annales y representante conspicuo de la llamada "historia de las mentalidades" que, a diferencia del positivismo historiográfico, aboga por la investigación del campo de lo imaginario en el estudio del pasado