AA.VV
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14,25 €Nuestra existencia depende de la tierra, el aire, el agua y el fuego; de las estrellas, el sol y los planetas. Incluso las islas mテ。s apartadas estテ。n unidas bajo el mar. La tierra es nuestro testigo, el Buda la toca para alcanzar la iluminaciテウn. La diosa india Pathavi, la griega Gaia, la Terra romana, la Pachamama inca, el laberinto. La poesテュa de la biomimテゥtica fascinテウ a Nabokov, que vio la verdad del mundo en el ocelo de un ala de mariposa, y sostuvo que somos las sombras en la tierra de nuestra imaginaciテウn en vuelo: 'pienso en bisontes y en テ。ngeles, en el secreto de los pigmentos perdurables, en los sonetos profテゥticos, en el refugio del arte'. Como el pigmento que un nテウmada soplテウ sobre su mano abierta en las paredes de una cueva pintada con bisontes y caballos hace mテ。s de treinta mil aテアos. La tierra tiembla con este aliento a medida que el tiempo se funde y nos unimos al vacテュo, a la primera pテ。gina en blanco. La insondable locura plテ。stica grabada en el jaspe y el テ。gata, como pulseras para cosmテウgrafos o fテュsicos nucleares: mucho antes de la teorテュa del caos y de las matemテ。ticas fractales, Roger Caillois supo que representan lo primordial, una crテュptica sintaxis universal. Escuchemos cantar a las piedras, propone Granta en este nテコmero, el segundo de la serie dedicada a los elementos.